La Capital financiera de Alemania
Por primera y única vez en la ruta, me encuentro en una gran ciudad como lo es Fráncfort del Meno. Cambio las callejuelas entre casitas de color pastel por las grandes avenidas entre rígidos y grises rascacielos. Sin embargo, no me es tan chocante, dado que comencé mi día francfortés rodeado de casetas pintorescas en la plaza mayor de la ciudad: Römerberg. Aquí se encuentran el ayuntamiento, una iglesia y un conjunto de seis edificios tradicionales con el típico entramado de madera, llamado Oszteile.
Aunque sea una plaza preciosa, tiene un ambiente bastante artificial, se nota que los edificios no son verdaderamente de época; y en el resto del casco antiguo este sentimiento se va haciendo más evidente. Muy cerca de la Römerberg se encuentra la catedral de Fráncfort, donde hay una pequeña exposición sobre la historia de la ciudad. La foto de abajo resume perfectamente porque la ciudad se siente tan artificial y el centro histórico o Altstadt es tan pequeño. Fráncfort quedó totalmente arrasada después de la Segunda Guerra Mundial, por lo que prácticamente todos los edificios son reconstrucciones de los originales.
No tardo mucho en recorrer el Altstadt y luego me dirijo al puente por excelencia de la ciudad: la pasarela de hierro o Eisener Steg en alemán. Se trata de un puente peatonal, donde las parejas van a dejar sus candados y desde el que hay unas muy buenas vistas al "skyline" del distrito financiero. Como el resto de Fráncfort, la pasarela también es una reconstrucción, pero como se puede ver en las imágenes añadieron una inscripción en griego con un fragmento de la famosa Odisea de Homero que dice: "Navego hacia el mar vinoso, hacia otros hombres". Por lo que sucede en la obra literaria esta frase a menudo se ha acabado empleando para representar la idea de exploración, aventura y el encuentro con lo desconocido.
Acto seguido, voy a lo que será mi lugar preferido de Frankfurt: el Kleinmarkthalle, un mercado municipal de comida, flores y víveres. Nunca había visto tantos tipos de quesos y embutidos juntos, era muy bonito de ver y me hizo muchísima ilusión probar una auténtica salchicha de Fráncfort, ya que toda mi vida las he comido y he llamado así. A diferencia de Cataluña donde solemos poner la salchicha en un bocadillo caliente, en Alemania se come sola y con un poco de mostaza. Las compro en un pequeño mostrador que tiene el mismo nombre que la vendedora que me atiende y que lleva trabajando tras él desde 1958: Ilse Schreiber. Se ha hecho muy famosa por llevar trabajando más de 65 años seguidos, y el hecho de comprar sus salchichas se ha convertido en una atracción turística más de la ciudad gracias a su autenticidad. También me hizo especial ilusión poder pedirle personalmente en alemán y he de decir que sus Würste estaban buenísimas.
Cerca de la entrada del mercado también hay una pequeña tienda que en castellano podríamos traducir como "salchichería", Wurstbraterei en alemán. Me encanta esta obsesión alemana por las butifarras, pero no sé exactamente qué tipo de salchicha he probado en todo momento, ya que a lo que aquí llamaríamos una simple salchicha o butifarra, en Alemania es todo un mundo de variedades y sabores diferentes.
Tras haber comido a las 12 siguiendo el horario alemán, voy a la calle Zeil, llena de tiendas y centros comerciales enormes donde me refugio de la lluvia. Cuando por fin deja de llover, me voy a ver la bolsa de Frankfurt, donde hay una estatua de un oso y un toro, imitando al famoso "bull" de la bolsa de Wallstreet en Nueva York. Después me dirijo a la Ópera de la ciudad por la calle de Goethe o Goethestraße, una famosa calle comercial con tiendas de lujo. En la plaza de la ópera u Opernplatz, hay muchos niños jugando con una especie de cochecitos, y en sí parece que en la plaza estén unas ferias.
La verdad es que por el camino hay muchos edificios históricos muy bonitos y que me recuerdan a la arquitectura parisina, pero además hay un contraste muy grande con la modernidad de los rascacielos del distrito financiero. Mientras paseo, me recuerda en Nueva York, a pesar de no haber estado nunca allí. Fráncfort es la capital financiera de Alemania y lo puedo confirmar claramente por sus altos edificios a lo largo de mi corta estancia. Por este motivo, la sede del Banco Central Europeo se encuentra aquí, concretamente visito la típica plaza con el símbolo del euro que siempre sale en el telenoticias y que se llama plaza de Willy Brandt, en honor a un canciller alemán reconocido por su papel en la caída del telón de acero en Europa. Justo delante se encuentra la Eurotower, donde antes estaba la sede del euro propiamente, pero ahora la central se encuentra en un nuevo edificio que he podido ver antes desde la pasarela de hierro.
Por otro lado, en medio de los grandes rascacielos, se encuentra la casa donde nació y vivió Goethe, el famoso y reconocidísimo escritor alemán. Por esta razón, Fráncfort está llena de estatuas, plazas y calles llevando su nombre, aunque también es verdad que en cualquier localidad alemana hay alguna referencia a este personaje por su importancia en la cultura germana.
Después de ver los principales atractivos de la ciudad, me vuelvo al hotel de Heidelberg, por lo que acabo mi subida por el Rin y empiezo otra vez la bajada, estoy en el ecuador de la ruta. Creo, sin duda, que Fráncfort es el destino más diferente de mi recorrido por el Rin, con una atmósfera bastante más fría y que contrasta muchísimo con el ambiente más pintoresco del resto de destinaciones. Pero es por eso justamente que esta gran ciudad enriquece y aporta más diversidad a esta maravillosa ruta, que al día siguiente continuaré por Francia dejando atrás Alemania.
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